Los apóstoles pescaron en el mar de Tiberíades, o de Genesaret, o de Galilea, como desees llamarlo.
Jesús Resucitado todavía es el centro de atención estos domingos. Indudablemente, la convicción de que el Señor, a quien vieron humillado y crucificado, está vivo marcó no solo el desarrollo de la Iglesia primitiva, sino más bien asimismo el tiempo litúrgico en el que estamos. Este domingo, tras las primeras visualizaciones en Jerusalén, Juan nos muestra a Jesús con ciertos de sus acólitos, siete particularmente, a riberas del lago de Tiberíades.
La pesca prodigiosa
Introducción
Nos encontramos familiarizados a leer interpretaciones de hechos y estos de Jesús en los Evangelios. Pero para un individuo que quiere a Jesús, puede quedarse corto. Precisa comprender mucho más, tal como quien quiere a sus progenitores desea ver sus fotografías de en el momento en que eran pequeños y comprender todos y cada uno de los datos de su historia. Frecuentemente nos agradaría entender el ámbito donde vivió Jesús, sus prácticas y muchos datos que los evangelios solo esbozan o muestran como situaciones para argumentar lo que importa: promover la fe en Jesucristo en sus leyentes. Por consiguiente, vamos a abordar la escena evangélica desde un criterio diferente al frecuente; va a ser mucho más científica, o sea, sabiendo hechos comprobables, tanto por el Evangelio como por la narración histórica, así sea por datos de temporada, restos arqueológicos, sitios geográficos o datos biológicos.
El único evangelista que cuenta la primera pesca prodigiosa es san Lucas (5, 1-11): “Una vez la multitud se reunió a su alrededor para oír la palabra de Dios, estando él al lado del lago de Genesaret , vio 2 barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando sus redes. Subiendo a entre las barcas, que era de Simón, le solicitó que se alejara algo de tierra. Desde el barco, sentado, enseñaba a la multitud.
Ut Unum Sint: Un ministerio de clemencia nacido de un acto de clemencia
«Apacienta mis ovejas» (cf. Jn 21,15-19)nn. 90-93
El Obispo de Roma es el Obispo de la Iglesia que mantiene el testimonio del calvario de Pedro y Pablo: «Por un designio enigmático de la Providencia, su sendero en el rastreo de Jesús acaba en Roma y en Roma él da esta máxima prueba de amor y lealtad. Asimismo en Roma, Pablo, el Apóstol de los gentiles, da el testimonio supremo. La Iglesia de Roma se transformó de esta forma en la Iglesia de Pedro y Pablo”.
Mateo 28:9-diez Traducción del lenguaje de hoy (NTV)
9 Mencionado lo anterior, Jesús los recibió y los saludó. Se aproximaron a él, abrazaron sus pies y lo adoraron.
diez Entonces Jesús les ha dicho: “No temáis. Corre y informa a mis acólitos, a fin de que vayan a Galilea; allí me van a ver.