En este momento los pobres consumen mucho más pan, pasta y patatas, y menos carne, frutas, verduras y lácteos.
El apetito es un inconveniente real que perjudica a millones de pobladores en este país y tiene graves secuelas para los pequeños, pequeñas y jovenes. No obstante, según la Organización de las ONU para la Agricultura y la Nutrición, Argentina genera suficientes alimentos para dar de comer a 442 miles de individuos. Resulta obvio que no es un inconveniente de disponibilidad de alimentos, sino más bien de falta de ingreso a exactamente los mismos por la parte de los ámbitos mucho más pobres de la población. En este número de Empleo y Avance Popular examinamos la información libre sobre este tema y la actividad de los Bancos de Alimentos. Estas acciones de la sociedad han de ser reforzadas con un acompañamiento mucho más decidido del Estado.
Inseguridad alimenticia: tener que dejar de comer
En 1974 la FAO empezó a emplear el término de seguridad alimenticia como el “derecho de todas y cada una la gente a una dieta culturalmente balanceada y nutricionalmente correctos”, reanudando documentos de todo el mundo que 50 años antes ahora reconocían la nutrición como un derecho primordial. En la década siguiente, la seguridad alimenticia fue incluida en la Convención sobre los Derechos de los Pequeños y Jovenes y en las Charlas De todo el mundo sobre Nutrición (Roma, 1992 y 1996).
La nutricionista Patrícia Aguirre enseña —en su ensayo de 2004 “Hojuelas ricas y pobres en grasas. Nutrición en Crisis”—, que una variable esencial al estimar la situacion argentino con relación a la nutrición es que el 90% de la población vive en ciudades, donde la autoproducción de alimentos está limitada por el espacio. Por consiguiente, el ingreso a los alimentos es dependiente en buena medida del mercado y del Estado. “Desde el mercado a través del poder de compra (relación entre los costes de los alimentos y la renta) y desde el Estado por medio de las políticas públicas que afectan los costes y las rentas o actúan por medio de políticas asistenciales compensando su caída”, afirma el producto.
Lula lidera las investigaciones, pero no es moco de pavo para él
Si bien las investigaciones en todo el país señalan a solo cinco puntos de diferencia entre los 2 aspirantes: 49% para Lula, 45% para Bolsonaro, según una encuesta del 20 de octubre del centro brasileiro Datafolha, esa diferencia incrementa al 57% para Lula y al 37% para Bolsonaro en el momento en que unicamente se tienen presente los mucho más pobres, según el centro.
Lula, quien fue presidente de Brasil de 2003 a 2011, es extensamente recordado por sacar a millones de brasileiros de la pobreza extrema a través del programa de asistencia popular Bolsa Família.
Pobreza estructural
Este género de pobreza, en Argentina, comprende a quienes están en condiciones socioeconómicas, culturales y educativas que se dan en un núcleo duro de la población que les impide salir en el corto término de la extrema puerta de inseguridad donde están. Por su parte, está íntimamente relacionado al desempleo estructural. Hablamos de familias cuyos integrantes estuvieron desempleados a lo largo de 30 años o mucho más y perdieron las herramientas primordiales para reinsertarse en el mercado de trabajo. Estas condiciones precarias se trasladan de progenitores a hijos, quienes, en este ambiente, asimismo carecen de las herramientas primordiales, creando un círculo vicioso del que es realmente difícil salir. Es aquí donde la presencia del Estado consigue una dimensión primordial, garantizando a estas familias un ingreso que no las deje ajeno de la sociedad por medio de programas que les dejen entrar a empleos, quizás poco calificados, pero que les dejen recobrar un sentido de pertenencia y también identidad, que se fué perdiendo transcurrido un tiempo. Igualmente esencial es la participación activa del Estado en la conducción de un desarrollo donde las novedosas generaciones logren entrar a la educación y capacitación a fin de que logren entrar al planeta del trabajo y romper el círculo vicioso. Este salto cualitativo es el único sendero viable para eliminar la pobreza estructural, el flagelo del que nos avergonzamos los peronistas.
De 2003 a 2015, si bien con avatares, el país vivió un desarrollo de desarrollo económico y una optimización real de los indicadores sociales, en especial en los primeros días del gobierno de Kirchner. No obstante, la pobreza no ha disminuido. Esto revela que hay algo mucho más que la distribución dispar del ingreso y que la pobreza es ya una característica estructural que se reproduce.