Todos los días, requerimos diez mg de hierro cada día, con lo que comer cien gramos de carne de res daría mucho más del 20% del requerimiento períodico. Tratándose de valores alimenticias, el pollo es indudablemente un ganador.
Opuestamente a la creencia habitual, una exclusiva investigación recomienda que la carne roja como la blanca (pollo y otras aves) tienen la posibilidad de subir los escenarios de colesterol.
El estudio, anunciado últimamente en el American Journal of Clinical Nutrition, fue efectuado por estudiosos del Children’s Hospital Oakland Research Institute (CHORI), una parte de la Facultad de California, San Francisco. El análisis es el primero en cotejar pormenorizadamente el encontronazo que tienen las carnes rojas y blancas sobre el colesterol.
¿Novedosas pandemias?
Las pésimas condiciones en las que viven las gallinas y pollos explotados por la industria avícola los hace mucho más atacables a anomalías de la salud y muerte prematura. Para eludir esto y conseguir el máximo beneficio, a estas aves se les administra una cantidad impresionantemente alta de antibióticos para regular su salud, que ocasionalmente consumiremos salvo que eliminemos el pollo de nuestra dieta. Un informe reciente de la agencia Reuters (link en inglés) aseguraba que varios de los mayores productores estadounidenses están proveyendo antibióticos a sus animales con regularidad y sin ningún género de regulación.
La utilización prolongado de antibióticos en animales puede ocasionar que ciertas bacterias produzcan resistencia a exactamente los mismos y, por consiguiente, dejen de ser útiles, lo que podría transformarse en el antecedente de una exclusiva pandemia más adelante próximo. Por poner un ejemplo, la organización Open Cages advirtió últimamente que el “coctel” de infecciones al que están sostienes las aves crea “un caldo de cultivo prácticamente especial” para un brote de patología con potencial pandémico. Esta organización asimismo señaló que, como los ganaderos acostumbran a dirigir hormonas de desarrollo a las aves, estas medran a un ritmo muy acelerado, lo que termina haciendo más débil su sistema inmunológico, admitiendo que los virus se desarrollen y evolucionen con mayor sencillez.